El Cantante

El cantante.


No obstante que había trascurrido varios años de la última vez que la vi, al escuchar su voz a través del teléfono, surgió esa emoción, esa antigua atracción, que sentí la primera vez que la conocí, ese sentimiento en realidad nunca se había ido.

Después de la sorpresa inicial de escucharla, supe el motivo de su llamada, el tener un encuentro con él cantante más famoso de México José José, alguna vez le mencioné que lo conocía. No le prometí nada, pero acepte intentarlo, y agregó que tenía una amigo cantante que era su gran admirador, él era también cantaba y quería contáctalo.



La entrevista se realizó el día acordado, cuando llegó la miré sin recato alguno “de pies a cabeza” los años no habían pasado sin dejar huella, su otrora esbelta silueta ya no era la misma, había ganado peso, su cabello negro sedoso ahora con luces, la belleza de su rostro seguía presente, en sus expresivos ojos, aun había esa magia y luz, algunas arrugas en su maduro rostro aún así persistía ese antiguo encanto que me seducía.

Nos encontramos en un salón privado del restorán del hospital donde el famoso cantante convalecía, luego su amigo José José hizo acto de presencia, me tranquilizó descubrir que no había relación de intimidad entre ellos.

El amigo acompañante me refirió que sentía una profunda admiración por José José y que para él era un día muy especial ya que a fin conocería al mejor intérprete latino del mundo.

Cuando José José llegó al reservado mostraba una fatiga crónica, su rostro envejecido denotaba los estragos de la” viva loca “que acostumbraba.

José José se mostro cordial desde el primer momento, pensé que todavía quedaban resquicios de aquella antigua amistad de adolescentes, hice la presentaciones correspondientes y le comunique el motivo de nuestra visita, le agrado que no fuéramos periodistas, comento que estaba un poco aburrido.

Dejamos que los dos artistas se familiarizaran platicaran por un rato y luego José José pidió una guitarra, ambos empezaron a cantar algunas melodías conocidas, Julio Cesar interpreto algunas éxitos de José José, él lo trataba con gran camarería, y respeto de colega a colega.



Ella y yo hablamos de nuestros mutuos matrimonios de nuestros hijos y de recuerdos afines, una era el tema de conversación otra lo que expresaban nuestras miradas. De manera inconsciente movió su mano con intención de estrechar la mía pero se contuvo, supe por primera vez que mi sentimiento era mutuo.

A lo largo de mi vida incluso antes de mi matrimonio recordé no haber sentido tal atracción por mujer alguna, la música de pronto nos invadió ,guardamos silencio, nos tomamos de la mano y nos dejamos llevar por ese añejo sentimiento latente, no había nada que explicar ,nada que justificar, simplemente era.

Me estremecí al sentir sus cálidos labios, fue un prolongado beso como si quisiéramos recuperar el tiempo perdido.

La interpretación de José José con el prodigio de voz que Dios le dio, trasmitía un profundo sentimiento romántico, su  voz que alguna vez cimbraba los cristales de los recintos donde se presentaba se había perdido en las innumerables noches de juega, él sabía que jamás recuperaría su incomparable voz., para un cantante como él no había motivo de mayor desgracia que esa.



En qué momento cruzamos la fina línea de la amistad al de la pasión, fue en algún tema música, cantaban con el alma, no había un público que les aplaudiera, no había copas, no había remuneración alguna ni su fama estaba de por medio, solo eran dos intérpretes que hablaban el mismo idioma, disfrutando lo que más amaban, el motivo de su existencia, cantar y unos enamorados que lo disfrutaban.


Julio Cesar, llevaba la primera voz, pero cuando era necesario alcanzar la nota alta, el intérprete amigo intervenía, en realidad lo hacía muy bien, lograron unir lo mejor de las condiciones de cada uno, logrando dar a las canciones, la fuerza y sentimiento necesario.

Nosotros como únicos testigos, dos parejas ellos con su música, y nosotros con pasión de tantos años contenida.
Renació el trovador nato que llevaba dentro, recordó su lejana adolescencia, cuando con la guitarra cantaba una y otra vez las canciones de los tríos de la época de oro de la música romántica, emulando el requinto del Güero Gil, aun había los matices de voz al estilo de Marco A Muñiz o de Juanito Neri y los Tres Ases, las letras de Cantoral y de Álvaro Carrillo.

Nosotros solo éramos dos amantes, habitantes del” planeta del amor” que se resistían a toda clasificación, esposos, novios, amante, estábamos más allá solo era vivir el momento en medio de la música de dos trovadores y la ocasión.

No volvimos a vernos, las cosas suceden una vez, y solo quedó el recuerdo de aquella noche inolvidable. Hay momentos que pasan y no vuelven nunca más.







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