El Café de las señoras vacias

El café de moda se ve frecuentado por ellas.
Es la hora  conveniente: del almuerzo.

Ya los hijos no están,
la despensa quedó abastecida,
el marido en la oficina;
y ellas en la comidilla.

Todas hablan a la vez.
Todas desean ser oídas,
más no pretenden escuchar.

Sorbo tras sorbo
taza tras taza,
trascurre
la conversación banal

Todo pasa como su juventud.
La que se fue.
La que se marchó sin que se dieran cuenta.

¿A dónde partió aquella ilusión de juventud?
¿Donde quedó aquel  romance?
¿Dónde quedo aquel Príncipe Azul?

La frivola conversación trasncurre.
Sorbo tras sorbo
taza tras taza.
Así la vida les pasa
sin que ocurra nada.

La conversación fluye
como el humo en el espacio.
Como el vacío en la nada.

Ana sigue con la mirada
a aquel joven.
Y con nostalgia recuerda
cuando todos los hombres
la miraban al andar.

La importancia de cada ser humano
se mide en lo que cada uno es.

Un día más en el café.
Ellas se despiden
para volver a su realidad.

El maquillaje no oculta su edad.
Ni las joyas su soledad.

Las elegantes damas se van,
toman el camino que las regresa a su realidad.

El marido ¿dónde está?
¿Los hijos? Emigraron ya.

Sorbo tras sorbo
taza tas taza.
No son más.

Ana sigue con la mirada
a aquel joven pasar.
Y nada dice.
Simplemente se va,
con su soledad.


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